Las luces LED se han abierto camino en la iluminación doméstica por derecho propio, más todavía cuando desde el pasado septiembre han dejado de comercializarse las halógenas según dictados de la normativa europea relacionada con la eficiencia energética.
Y no solo están entrando en nuestras casas porque tienen una vida útil mayor que las tradicionales (25 veces más) o porque su consumo sea mucho menor (80% menos). No. La calidad de la tecnología, el poder elegir la calidez de la luz o el personalizar los diferentes ambientes en un sistema conectado como Philips Hue también han sido puntos clave en esta ascensión.
En efecto, las bombillas se vuelven inteligentes y se adaptan a nuestros ritmos de vida. Aunque también existen modelos más clásicos con temperatura de color fija, la tecnología LED se ha alzado como uno de los primeros, y más idóneos, vehículos para poner en marcha sistemas domóticos inteligentes en el hogar. En este artículo, aparte de profundizar en sus características, te ayudaremos a sacar partido a ambientes dinámicos y personalizados según el uso que les des en cada momento. ¿Sabes elegir la bombilla LED más adecuada para ti?
Las bombillas LED funcionan en casquillos antiguos
Si estamos pensando en cambiar la iluminación de la vivienda, lo primero que necesitamos saber es qué casquillos utilizan las lámparas que ya tenemos. Así podremos reutilizar estas últimas cambiando únicamente la bombilla para ahorrar en el proceso y evitar un impacto ambiental derivado de las viejas lámparas. Las bombillas LED se adaptan perfectamente a casquillos antiguos.

Como muestra, arriba observamos antiguas bombillas de incandescencia con casquillos tan comunes hoy día como los E27, E14 y E10. Estos nos informan de la forma y tamaño del casquillo, así como su modo de conexión. Si tus bombillas van enroscadas tendrás que buscar de tipo E, pero para que lo tengas claro abajo verás un poco más abajo una infografía con los tipos más comunes.
¿Has elegido ya la temperatura de color de tus estancias?
Una vez sabemos de qué casquillo hemos de comprar los LED, lo siguiente será elegir la temperatura de color. Esto puede resultar algo confuso, pero lo cierto es que es muy fácil. La temperatura de color de una luz LED se mide en la unidad de temperatura Kelvin, y es una escala que va de los 2000 K con tonos muy cálidos y rojizos a los 7000 K con tonos muy fríos y azulados.
Para ayudarnos a entender esto podemos poner el ejemplo del sol. La iluminación solar es fría o azulada al amanecer, y cálida y rojiza al anochecer. Abajo vemos diez lámparas con bombillas cálidas (las más cercanas) y frías (las que están más lejos). En base a nuestras necesidades podemos elegir un tipo u otro, y resulta obvio que cada uno aportará un tipo de ambiente diferente.

Por ejemplo, las cocinas o las salas de trabajo suelen contar con una iluminación más cercana al azul, entre 4000 K y 5000 K, para poder leer con facilidad. Otras estancias, como habitaciones o el salón, no necesitan del blanco de estas bombillas y tendemos a buscar LED cálidos de unos 3000 K.
Bombillas inteligentes y conectadas
En la infografía de abajo observamos varios ejemplos, y más adelante hablaremos de conceptos como el ángulo de apertura, la potencia y el consumo eléctrico. Pero ¿qué ocurre si queremos una determinada calidez según el momento del día o la actividad que estamos desarrollando? Aquí es donde entran en juego las bombillas LED inteligentes, como las Philips Hue.
En la imagen de abajo observamos una bombilla LED para casquillo E27 que cumple una serie de particularidades. Además de la etiqueta de bajo consumo A+, su temperatura de color no es fija, sino regulablemediante una aplicación móvil.

Esta bombilla particular (mod. 8718696548738) funciona en el rango de los 2200 K a los 6500 K, lo que significa que con ella podremos transformar completamente el ambiente de colores fríos a cálidos y viceversa. Esta clase de soluciones dan mucho juego y nos permiten tener menos lámparas por estancia, ya que el mismo punto de luz servirá para leer o para atenuar la iluminación mientras cenamos.
Las bombillas Philips Hue pueden ser controladas tanto vía app en el móvil como mediante el panel conectado a nuestro módem; pero también con el Asistente de Google, Apple Homekit, IFTTT, Nest y otras tecnologías. La domótica tiene cada vez más peso en las viviendas y empieza por el control de iluminación.

Consumo eléctrico y medio ambiente, factores clave
Si el casquillo viene dado por la lámpara anterior y la temperatura de color la elegimos nosotros, el consumo eléctrico también es un factor que queda en nuestras manos. Además está cada vez más valorado por los compradores, que buscan no solo ahorrar en su factura eléctrica, sino también minimizar el impacto ambiental.
El principio fotoeléctrico en el que se basa la tecnología LED emplea la mayor parte de la energía en generar luz y no calor
En la infografía de arriba observamos cómo una antigua bombilla incandescente de 1.100 lúmenes tenía un consumo medio de 75 W, mientras que una bombilla LED que suministra la misma intensidad lumínica gasta solo 14 W. Esta reducción de hasta el 80% del consumo se debe a una mejora tecnológica constante a lo largo de los años.
En el interior de una bombilla LED se producen una serie de procesos fotoeléctricos tras el paso de la electricidad por los diodos semiconductores que invierten la mayor parte de la energía en generar luz y no calor, por lo que se calientan menos que las tradicionales y ofrecen una luz más uniforme. Gracias a la investigación en nuevos materiales conductores y la optimización del diseño, se logra incrementar su eficiencia y posibilidades.
A la reducción de consumo se suma el aumento de la vida útil de las bombillas. Si hace unas décadas se fundían tras 1.000 horas de funcionamiento, las LED llegan a aguantar 25.000 horas. Esto significa que una bombilla actual tardará 25 veces más en agotarse y convertirse en un deshecho. Asimismo, pueden ser recicladas con facilidad.
Elegir la bombilla en base a la necesidad

Las implicaciones de una buena iluminación van más allá de gastar un par de euros más al año, por lo que conocer los lúmenes de una bombilla es tan esencial como saber su consumo. También tienen que ver con nuestro bienestar, y vivir en estancias iluminadas adecuadamente y con flexibilidad para crear distintos ambientes regulando intensidades y temperaturas de color es clave para esto.
Pongamos el ejemplo de una lámpara de dormitorio para leer a última hora del día. Si esa va a ser su utilidad, lo ideal será buscar una lámpara cálida que no nos desvele y que ayude a nuestro cuerpo a generar melatonina, una de las hormonas involucradas en el control del sueño.
Si elegimos una bombilla fría (de 6.500 K, por ejemplo), ocurrirá que nuestro cuerpo empezará a liberar cortisol, otra hormona muy útil en caso de levantarnos, pero que nos mantendrá despiertos hasta altas horas de la noche. Descansar bien, ese es el tipo de importancia que atribuimos a la iluminación.

Igualmente, debemos tener en cuenta aspectos como el ángulo de apertura de la luz bombilla, otro de esos factores de carácter técnico que mencionamos en la infografía. En el ejemplo de la lectura, lo óptimo será un ángulo pequeño (15º – 35º) que no moleste a nuestra pareja, mientras que si la bombilla es para la cocina, nos interesa una con un gran grado de apertura (120º).
A toda esta diversidad de posibilidades que nos brinda la tecnología LED por sí misma, se ha vinculado la iluminación conectada e inteligente para multiplicar la capacidad de personalización que ahora posee el usuario. De este modo, no solo podrá incidir en el bienestar creando ambientes en distintas estancias o modificando la iluminación de una zona -de forma remota o no- en un momento dado, sino extrapolar estas prestaciones a otros ámbitos como la seguridad, el ocio, la decoración…
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